Parece que va a llover


Parece que va a llover; se dijo Mari mientras cogía el traje de neopreno. El océano Atlántico tiene una gran diferencia con su Mediterráneo natal: se nubla y llueve unos minutos prácticamente cada día, no importa dónde exactamente. Desde Noruega hasta las Canarias, pasando por Galway, Vigo y Cádiz, el Atlántico tiene un azul grisáceo por que siempre hay nubes en un trozo de cielo.

Después de tres años monitorizando la población de peces chicharro para su tesis doctoral, Mari no notaba la diferencia entre estar bajo la lluvia, en el barco o dentro del agua. Las flotas pesqueras de La Palma y de Gran Canaria salían a faenar en el atardecer en barcos conocidos como traíñas en los que llevaban las redes y dos barcos a remolque: un bote de remos llamado cabecero y el llamado bote lucero. El ambiente de los pescadores faenando era de la camaradería más absoluta, entre bromas, convirtiendo un trabajo duro en el placer de estar vivo en la naturaleza más salvaje. Una vez la sonda localizaba un banco de peces de gran tamaño, el bote lucero encendía los potentes faros, rivalizando con el sol. Entonces la red se lanzaba a babor de la traíña hasta el bote cabecero que se quedaba quieto encima del banco de peces mientras el barco grande dibujaba un círculo alrededor del bote y de las pequeñas víctimas. Cuando los que serían muy pronto pescados habían subido a la altura de la red, el cerco se cerraba al fondo con la la jareta ayudada por la maquinilla y el halador, para crear un saco de malla lleno de vida salada. Conforme la trampa se izaba con los salabres, los chicharros saltarines cercados se arremolinaban frenéticamente desplazándose por toboganes variados hasta caer en cajas llenas de hielo. Con las manos congeladas, Mari recogía las pequeñas muestras de vigor marino para sus estudios hasta que la sorprendía el amanecer.

Tomaba muestras dos veces a la semana y analizaba datos el resto del tiempo de trabajo. Luego, como la beca no le alcanzaba para cubrir los gastos, tenía otros trabajos de temporada: camarera, traductora de panfletos, guía turística,... Estaba llena de energía y de actividad, enamorada de una rutina excepcional. Era feliz.

Sin embargo, aquella rutina pronto terminaría. Los datos estaban revelando diferencias entre los peces que crecían en cada isla y tenía que publicarlo cuanto antes. Su jefe quería que dejase de faenar y se quedase en el laboratorio para acabar de analizar otros aspectos con las muestras que ya tenía. Por si no fuera suficiente dejar el barco, tenía que empezar lo más duro todavía: escribir la tesis. No era difícil por escribir en sí, las palabras fluían de sus dedos con la misma facilidad con la que hablaba. Lo más difícil era mantener la concentración y el razonamiento para crear ciencia rápido como si de una conversación banal se tratase. La mayoría de las veces estaba pensando en aprender más en lugar de explicar algo por que tenía un miedo absurdo a equivocarse, y ese temor no le permitía sentirse cómoda delante de su manuscrito de tesis. Es más, tenía aversión por ese documento.

No solo eso, sino que cuando terminara aquella tesis no sabía qué iba a pasar. El estudio que ella había empezado debería proseguir durante unos veinte años al menos para garantizar que la población local de chicharro no se ve afectada por la sobrepesca, o por la contaminación, o por la recuperación de los atunes, etc... ¿Qué pasaría con aquellos compañeros de la flota pesquera si el día de mañana no tenían nada que pescar? ¿Qué les pasaría a sus familias? Pero el gobierno no veía prioritario mantener su proyecto. Por lo tanto, todo aquel submundo, aquellos destellos de vida dentro de la vida de la que estaba enamorada iban a desaparecer bajo la lluvia que cae dulcemente sobre el Atlántico.

NOTA: Ejercicio 0003, "Parece que va a llover".
Fotografía de Turismo marinero

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